Ya estamos
aquí, en el campamento base del Aconcagua, y por primera vez desde
que salí de Valencia tengo tiempo para sentarme a preparar una
pequeña crónica para contaros como nos van las cosas. Y es que las
cosas durante estas dos semanas has sido muy intensas y hemos ido
empalmando una actividad con otra sin apenas tiempo verdaderamente
libre (si me da tiempo intentaré contaros algo de esos días luego).
Hoy es 23 de noviembre, domingo, y son
las 11 y media de la mañana. Estamos los cuatro sentados en nuestra
tienda (aquí lo llaman “domo”) comedor, unos leyendo, otros
tomando notas sobre estos días, y yo escribiendo. Ya estamos solos
Mar, Miguelo, Alex y yo, pues hace tres horas y media que Alicia y
Mere se han marchado hacia bajo, a reunirse con Amparo que los espera
en Penitentes, y desde allí se irán, a pasar unos días en Mendoza
y Buenos Aires y llegarán a casa dentro de una semana. Ha sido un
momento difícil cuando se han marchado, con sentimientos
encontrados, pues es la primera vez que ellos se van para casa y
nosotros nos quedamos en una gran montaña.
Los últimos tres días los hemos
dedicado a subir hasta aquí desde Puente del Inca, en la carretera
transandina que une Argentina y Chile.
Se llega hasta la entrada del parque
del Aconcagua, a 2.800 metros de altura, en autobús y desde allí
hay que subir andando. Como sucede tantas veces en estas grandes
montañas, de estas etapas se cuenta normalmente poco, y es posible
pensar que se trata de un recorrido anodino y sin interés. Nada más
lejos de la realidad. Se trata de un trayecto relativamente exigente
y en él te ves arrojado de una forma brusca en medio de unas cumbres
de proporciones inmensas, con toda la dureza, y la belleza, de la muy
alta montaña. Y el otro aspecto que cuesta asimilar es el frío y el
viento. Se nota que estamos a principios de la temporada, por lo que
las temperaturas son bajas (hace media hora no nos hemos podido lavar
porque esta todo congelado aún). Y el viento, constante, helado,
inclemente... En la Patagonia también hacía mucho viento, pero aquí
es más frío y más duro.
Se hace una primera etapa relativamente
corta hasta el campamento de Confluencia, a 3.400 metros.
Allí estuvimos dos noches, para ir acostumbrando el cuerpo a la altura (al fin y al cabo 48 horas antes estábamos a nivel del mar), y en el día intermedio hicimos una excursión fantástica hasta Plaza de Francia, en campamento base de la cara sur del Aconcagua. El valle en sí es un paraje fantástico, con el glaciar Negro (así llamado por la enorme cantidad de tierra y rocas que se acumula en su superficie) en su parte oeste, y una serie de laderas en el lado este que hacen pensar en un paisaje más de otro planeta que de nuestra tierra.
Y presidiéndolo todo, al fondo, la pared sur del Aconcagua. Algunos la consideran la única pared de proporciones himaláyicas fuera de Asia, una gigantesca ladera cuajada de glaciares, ventisqueros y tapias de roca negra, que se eleva prácticamente tres mil metros desde su base y que cierra el valle con una anchura que quizás se aproxima a los seis kilómetros. Colocarse en su base, con dolor de cuello de tanto mirar hacia arriba, viendo esporádicos aludes y derrumbes caer por sus canales, supone un momento mágico, aunque intentar desentrañar por dónde suben las vías de escalada que se han abierto en ella supone un permanente pensar en como es posible que hayan subido por ahí...
La cara sur del Aconcagua desde las proximidades de Plaza de Francia
Finalmente ayer subimos desde
Confluencia hasta aquí. Es una etapa larga y más dura de lo que
sugieren los escasos mil metros de desnivel que hay que ganar. La
clave es que la distancia que hay que recorrer, que supera los 20
kilómetros, y ello entre 3.400 y 4.400 metros. Tardamos ocho horas y
llegamos bastante fatigados.
Saliendo desde Confluencia camino de Plaza de Mulas
Pero lo que nos rodea vale la pena.
Plaza de Mulas no nos está pareciendo un lugar tan degradado como
nos temíamos. Es posible que cuando llegue la temporada alta el
exceso de gente lo haga menos agradable, pero en este momento, aunque
en muchas cosas esté muy “montado” (ya tenemos localizado el
sitio desde el que conectar a Internet o llamar por teléfono, donde
comprar cervezas y vino Malbec de Mendoza, eso sí, todo a precios
“adecuados”).
En los alrededores, aparte de la pared
oeste del Aconcagua, estamos rodeados de cumbres con magníficos
glaciares: Cuerno, Catedral, Bonete... Y en el momento de la caída
la noche, con el viento aullando y una capa de nubes grises, la
montaña nos dio la bienvenida con un espectáculo increíble:
durante un par de minutos una franja de la ladera oeste de la montaña
se inflamó de una llama rojo-anaranjada al incidir sobre ella el sol
que se ponía por debajo de la capa de nubes.
El momento de la puesta del sol iluminando la cara oeste del Aconcagua, desde Plaza de Francia
En los próximos días vamos a empezar a trabajar el ascenso a la montaña. Como el pronóstico del tiempo para mañana no es muy bueno, vamos a ir a subir al Cerro Bonete, de 4.900 metros, a fin de mejorar la aclimatación en una ruta sencilla. Y pasado mañana, si se confirma que el tiempo mejora, intentaremos instalar el campamento 1, o bien en Nido de Cóndores (5.400) o si no vamos muy bien o las condiciones son difíciles, en Plaza Canadá (5.050). Luego de eso ya veremos, según como nos encontremos y como esté la montaña (es muy pronto en la temporada y hay poca gente en la zona) ya decidiremos qué plan llevamos y que campamentos tenemos que montar antes del ataque a la cumbre. Disponemos hasta el día 6, en que nos tenemos que bajar como máximo para volver a España.
Saludos y esperamos poder seguir contándoos cosas pronto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario