23 de noviembre de 2014

DESDE PLAZA DE MULAS

Ya estamos aquí, en el campamento base del Aconcagua, y por primera vez desde que salí de Valencia tengo tiempo para sentarme a preparar una pequeña crónica para contaros como nos van las cosas. Y es que las cosas durante estas dos semanas has sido muy intensas y hemos ido empalmando una actividad con otra sin apenas tiempo verdaderamente libre (si me da tiempo intentaré contaros algo de esos días luego).

Hoy es 23 de noviembre, domingo, y son las 11 y media de la mañana. Estamos los cuatro sentados en nuestra tienda (aquí lo llaman “domo”) comedor, unos leyendo, otros tomando notas sobre estos días, y yo escribiendo. Ya estamos solos Mar, Miguelo, Alex y yo, pues hace tres horas y media que Alicia y Mere se han marchado hacia bajo, a reunirse con Amparo que los espera en Penitentes, y desde allí se irán, a pasar unos días en Mendoza y Buenos Aires y llegarán a casa dentro de una semana. Ha sido un momento difícil cuando se han marchado, con sentimientos encontrados, pues es la primera vez que ellos se van para casa y nosotros nos quedamos en una gran montaña.

Los últimos tres días los hemos dedicado a subir hasta aquí desde Puente del Inca, en la carretera transandina que une Argentina y Chile.

El Puente del Inca
 
Se llega hasta la entrada del parque del Aconcagua, a 2.800 metros de altura, en autobús y desde allí hay que subir andando. Como sucede tantas veces en estas grandes montañas, de estas etapas se cuenta normalmente poco, y es posible pensar que se trata de un recorrido anodino y sin interés. Nada más lejos de la realidad. Se trata de un trayecto relativamente exigente y en él te ves arrojado de una forma brusca en medio de unas cumbres de proporciones inmensas, con toda la dureza, y la belleza, de la muy alta montaña. Y el otro aspecto que cuesta asimilar es el frío y el viento. Se nota que estamos a principios de la temporada, por lo que las temperaturas son bajas (hace media hora no nos hemos podido lavar porque esta todo congelado aún). Y el viento, constante, helado, inclemente... En la Patagonia también hacía mucho viento, pero aquí es más frío y más duro.

Se hace una primera etapa relativamente corta hasta el campamento de Confluencia, a 3.400 metros.

Campamento de Confluencia

Allí estuvimos dos noches, para ir acostumbrando el cuerpo a la altura (al fin y al cabo 48 horas antes estábamos a nivel del mar), y en el día intermedio hicimos una excursión fantástica hasta Plaza de Francia, en campamento base de la cara sur del Aconcagua. El valle en sí es un paraje fantástico, con el glaciar Negro (así llamado por la enorme cantidad de tierra y rocas que se acumula en su superficie) en su parte oeste, y una serie de laderas en el lado este que hacen pensar en un paisaje más de otro planeta que de nuestra tierra.

 El glaciar Negro

Camino de Plaza de Franciaa

Y presidiéndolo todo, al fondo, la pared sur del Aconcagua. Algunos la consideran la única pared de proporciones himaláyicas fuera de Asia, una gigantesca ladera cuajada de glaciares, ventisqueros y tapias de roca negra, que se eleva prácticamente tres mil metros desde su base y que cierra el valle con una anchura que quizás se aproxima a los seis kilómetros. Colocarse en su base, con dolor de cuello de tanto mirar hacia arriba, viendo esporádicos aludes y derrumbes caer por sus canales, supone un momento mágico, aunque intentar desentrañar por dónde suben las vías de escalada que se han abierto en ella supone un permanente pensar en como es posible que hayan subido por ahí...

La cara sur del Aconcagua desde las proximidades de Plaza de Francia

Finalmente ayer subimos desde Confluencia hasta aquí. Es una etapa larga y más dura de lo que sugieren los escasos mil metros de desnivel que hay que ganar. La clave es que la distancia que hay que recorrer, que supera los 20 kilómetros, y ello entre 3.400 y 4.400 metros. Tardamos ocho horas y llegamos bastante fatigados.

  Saliendo desde Confluencia camino de Plaza de Mulas

La Playa Ancha, camino de Plaza de Mulas

Pero lo que nos rodea vale la pena. Plaza de Mulas no nos está pareciendo un lugar tan degradado como nos temíamos. Es posible que cuando llegue la temporada alta el exceso de gente lo haga menos agradable, pero en este momento, aunque en muchas cosas esté muy “montado” (ya tenemos localizado el sitio desde el que conectar a Internet o llamar por teléfono, donde comprar cervezas y vino Malbec de Mendoza, eso sí, todo a precios “adecuados”).

En los alrededores, aparte de la pared oeste del Aconcagua, estamos rodeados de cumbres con magníficos glaciares: Cuerno, Catedral, Bonete... Y en el momento de la caída la noche, con el viento aullando y una capa de nubes grises, la montaña nos dio la bienvenida con un espectáculo increíble: durante un par de minutos una franja de la ladera oeste de la montaña se inflamó de una llama rojo-anaranjada al incidir sobre ella el sol que se ponía por debajo de la capa de nubes.

El momento de la puesta del sol iluminando la cara oeste del Aconcagua, desde Plaza de Francia

En los próximos días vamos a empezar a trabajar el ascenso a la montaña. Como el pronóstico del tiempo para mañana no es muy bueno, vamos a ir a subir al Cerro Bonete, de 4.900 metros, a fin de mejorar la aclimatación en una ruta sencilla. Y pasado mañana, si se confirma que el tiempo mejora, intentaremos instalar el campamento 1, o bien en Nido de Cóndores (5.400) o si no vamos muy bien o las condiciones son difíciles, en Plaza Canadá (5.050). Luego de eso ya veremos, según como nos encontremos y como esté la montaña (es muy pronto en la temporada y hay poca gente en la zona) ya decidiremos qué plan llevamos y que campamentos tenemos que montar antes del ataque a la cumbre. Disponemos hasta el día 6, en que nos tenemos que bajar como máximo para volver a España.

Saludos y esperamos poder seguir contándoos cosas pronto.


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