Desde hace unos años las
circunstancias de la familia hacen que nuestra actividad en montaña todos
juntos sea menos frecuente. Desde la última expedición en el Aconcagua (en la
que en realidad tampoco estuvimos los seis), hemos hecho algunas cosas, pero
normalmente sólo las hemos podido llevar a cabo algunos de los miembros del “equipo”,
pues las circunstancias de trabajo, viajes... impedían que pudiéramos reunirnos como nos habría gustado. Sin embargo este verano, a principios de julio sí que
hubo un momento en el que nos juntamos todos y fuimos a la montaña. Se
trataba una circunstancia un poco especial, celebrar los 40 años del momento en
que yo alcancé por primera vez la cumbre del Monte Perdido, en la que
fue mi primera actividad de alta montaña, y que a la postre fue probablemente
el inicio real de mi afición.
Y por ello el pasado día 3 de
julio hicimos cumbre nuevamente en el Monte Perdido. En realidad luego he
comprobado que el día de cumbre en 1976 fue el 4, pero esa diferencia de un día
no tiene en realidad mayor importancia...
De los seis que íbamos aquel día,
actualmente sólo yo sigo haciendo montaña asiduamente. Iñaki, Angel y Felipe continuaron
unos años con la actividad, aunque ahora ya hace bastante que no la practican. Luis
y Juan no han practicado el montañismo desde entonces, y perdí el contacto con
ellos prácticamente aquel mismo año, al terminar en el colegio.
Los cuatro del 76, cuarenta años después: Angel, Felipe, Miguel y Luis |
Cuando en noviembre del año pasado se me ocurrió
subir de nuevo al Monte Perdido el mismo día 3 de julio para celebrar el aniversario, primero se lo
planteé a los amigos con los que tengo más contacto actualmente, pero pronto pensé
en decírselo a Angel y Felipe, con los que me veo de vez en cuando. Hablando con ellos, pensamos
entonces en buscar al resto del grupo. Angel habló con Iñaki, pero resultó que él no podía
en esas fechas, y yo localicé gracias a Internet a Luis. Con Juan no hemos
conseguido contactar, pese a haberlo intentarlo por distintos caminos.
Y ya puesto en el asunto, invité
a diversos círculos de amigos a unirse a lo que me planteaba como una especie
de fiesta. En febrero ya reservé plazas en Góriz, en previsión de que pudiera
haber problemas de sitio (como finalmente sucedió) y a lo largo de los meses se fue
concretando el grupo. Finalmente éramos 23: los cuatro de entonces (Luis,
Felipe, Angel y yo), cinco de mi familia (Alicia, Berta, Miguelo, Alex y Rober), siete
amigos de mi grupo actual (Martina, Gabi, Nino, Fernando, Christian, Manolo y
Marian), tres de sus hijos (Paula, Lucía y Javi), tres de los compañeros de Nino en sus travesías por el GR 10 (Carlos,
Juan Carlos y Jorge) el hermano de Marian, Jose.
Todo el grupo en el momento de iniciar el camino en la Pradera de Ordesa |
Plantearse hoy en día subir al
Perdido, además de que ya no nos supone las dificultades de preparación física
o técnica que nos preocupaban entonces, es además bastante más cómodo. El viaje
en tren y autobús de más de 24 horas se reduce a unas 5, y además tenemos menos limitaciones
económicas, con capacidad para hacer frente a
los aspectos logísticos: dormir en refugio y comer en distintos tipos de
establecimiento, sin tener que acarrear comida, por ejemplo.
También nuestra indumentaria ha
cambiado radicalmente y la ropa vieja de entonces ha sido sustituida por otra
técnica y mucho más cómoda y adecuada. Pese a que este año la montaña tenía bastante más
nieve de lo habitual, por lo que tuvimos que organizarnos para llevar el
material adecuado para todos, no hubo problema para ir equipados de forma correcta,
y desde luego radicalmente distinta a la del 76.
Aspecto de la parte final de la ascensión |
Al día siguiente, tras preparar
las mochilas y algunas compras de última hora, cogimos el autobús hacia la
pradera der Ordesa. Berta y Rober subieron un poco más tarde, liados con
algunos trámites para la obtención de su visado para Australia.
En la pradera, después de bajar del autobús |
La subida por Ordesa empezó con
un susto. Alicia, con el movimiento de colocarse la mochila, se hizo daño (probablemente
se le rompió una costilla dañada en una caída una semana antes) y cuando no
llevábamos ni 100 metros recorridos, tuvimos que parar porque no podía seguir.
Tras esperar para ver si se le pasaba, finalmente pudo reanudar el camino,
aunque tuvimos que quitarle su mochila, cuyo contenido nos repartimos entre
todos. Consiguió subir hasta el final, y así salvó con un esfuerzo admirable la actividad para todos,
que se habría visto seriamente comprometida de no haber podido seguir.
Una pequeña parte del grupo, más joven y con más confianza en si misma, optó por subir por la Senda de los Cazadores, mientras el resto considerábamos que con el camino normal del fondo del valle teníamos bastante.
Una pequeña parte del grupo, más joven y con más confianza en si misma, optó por subir por la Senda de los Cazadores, mientras el resto considerábamos que con el camino normal del fondo del valle teníamos bastante.
Los jóvenes de "Cumbres en Familia" en la cascada del Estrecho |
Tras recorrer el valle, con las
consabidas paradas en las cascadas y demás lugares característicos, llegamos al
Soaso, donde paramos a comer algo y descansar. Luego la mayoría se dirigió a
subir por las clavijas, que todos superaron sin problemas, aunque unos con
mayor soltura que otros. El resto subimos por el sendero, buscando llegar sin
complicaciones. Y todos, incluido Manolo que tuvo que realizar un gran
esfuerzo, llegamos al refugio antes del atardecer.
Descansando en el Soaso |
Las clavijas vistas desde el sendero |
En las clavijas del Soaso |
El circo del Soaso (visto más o menos desde la misma perspectiva que en la foto del 76) |
Esa tarde hubo tiempo para el
relax y la risa, incluido algo de yoga y varias cervezas. La cena trascurrió sin novedad, aunque constatamos que en
Góriz quizás ya no se come como antes, cuando era unos de los refugios en que
mejor se cenaba del Pirineo.
Por la mañana empezamos a caminar
a las siete media. Sólo Alicia, Martina y Manolo decidieron quedarse. El resto
formábamos una larguísima fila (alargada además por un grupo de vascos que
aunque en algunos momentos parecía querer adelantarnos, no se decidía a ello),
y subíamos a una marcha lenta, pole-pole, pero que nos permitió llegar sin
agobios al Lago Helado en dos horas y media.
Allí procedimos a equiparnos
(crampones, polainas...), para lo que Berta, Miguelo, Alex y Rober tuvieron que
multiplicarse para ayudar a los menos habituados. Felipe decidió que no se veía en condiciones de
seguir y se quedó allí.
Preparativos en el Lago Helado |
Hasta cumbre la nieve era
continua, con un paso sobre la Escupidera bastante más comprometido de lo
habitual en estos últimos tiempos. Continuamos
la subida siguiendo la huella manteniendo la fila, para desesperación de
algunos, que consideraban que al ir más rápidos tenían derecho a pedirnos que
nos apartáramos.
Y finalmente alcanzamos la cima,
con un tiempo espléndido y una vista magnífica, que invitaban a permanecer en
ella un largo rato. Y allí nos bebimos una botella de cava de Requena para
celebrar que 40 años después aún seguimos subiendo montañas.
Celebrándolo 40 años después |
Luis en “regulares” condiciones, pero recuperando |
En la bajada la mayoría fue “por
libre”, pero afortunadamente hicimos dos cordadas con los que veíamos más
inseguros. Y digo "afortunadamente", porque así evitamos posibles problemas en un par de resbalones en la
nieve sobre la zona de la Escupidera.
Terminada la zona difícil, un
poco por encima del Lago Helado, todos siguieron bajando hacia el refugio,
mientras la familia (Berta, Miguelo, Alex, Rober y yo) nos desviábamos para
subir al Dedo del Monte Perdido, unos de los tresmiles de la zona que no habíamos
coronado aún. Con la dirección de cordada de Rober todos alcanzamos una cumbre,
secundaria pero hermosa, y con una vista estupenda sobre la cara Norte del
Perdido, que Fernando y yo habíamos subido hace más de 20 años.
Camino del Dedo del Monte Perdido |
Cumbre en el Dedo del Monte
Perdido: Berta y Alex |
Cumbre en el Dedo del Monte Perdido: Miguel, Miguelo y Rober |
La cena en el refugio, contentos
por lo alcanzado, fue un rato magnífico, en el que nos lo pasamos muy bien en
un grupo diverso pero estupendo.
Tras una segunda noche en la que
algunos disfrutaron más que otros de los potentes trinos de algunos de los allí
alojados, por la mañana llegó el momento del regreso. Alicia, Berta, Rober y yo
íbamos a continuar en el refugio unos días más haciendo actividad, pero el resto
se aprestó para volver a Valencia.
Los del 76: Luis, Miguel, Angel y
Felipe |
Los que habían subido al Perdido por primera vez: Lucía, Marian, Carlos,
Jorge, Christian, Rober, Berta, Miguelo, Gabi, Alex, Juan Carlos, Javi, Nino y Paula |
Los que habían subido a su primer tresmil: Marian, Lucía, Carlos,
Jorge, Javi y Paula
|
Y todo el grupo: Jose, Christian, Marian, Miguel, Alicia, Manolo,
Martina, Lucía, Carlos, Gabi, Fernando, Jorge, Berta, Rober, Javi, Felipe, Juan
Carlos, Paula, Angel, Nino, Luis,
Alex y Miguelo
|